sábado, 25 de septiembre de 2010

Ayer hablé con el diablo








Ayer hablé con él,
y me dijo que no era él
ni era ella
simplemente era


     De su muñeca izquierda colgaba una esclava de oro, que hacía juego con el collar que llevaba una cruz de jade colgando. Fumaba un porro de marihuana, y en la mano derecha se mecía un poco de ron y hielo dentro de un vaso vistoso y corto. Tenía la frente un poco arrugada, y sus ojos tenían una paz interna tan fuerte que te hacía sonreir. Me recibió de una forma calurosa y me invitó a una Cuba Libre. 'Aquí está Cuba Libre, encerrada en un vaso y con hielo de por medio'. Rió  amargamente mientras rodaba una lágrima en su mejilla que tenía una mezcla de felicidad, nostalgia y arrepentimiento. Un caballo relinchó al fondo de la hacienda, y tras ésto mil veinte aves de distintas especies alzaron vuelo. El cielo se pintó de centenares de colores y se formaron millardos de matices, pues el sol no proyectaba sombra alguna, dejando que los ojos se alimentaran con hambre de todo aquello que una vez fue sombra.

     'Y entonces, como te llamas?'

     Estuve a punto de decir mi nombre, pero me interrumpió con una mirada seria.

     'Ustedes se jactan de serlo todo, pero son tan solo mi ilusión, y mi deseo'

     No gesticuló palabra alguna, su mirada lo dijo todo. 'Ustedes, que necesitan tan fuertemente de las palabras para poder hacer saber a los demás lo que piensan, lo que hacen, lo que quieren, no pueden venir a decirme a mí que tienen derecho de estar acá. Son tan... simples y torpes, que no saben el universo que se esconde tras la mirada, tras una caricia o incluso tras el simple hecho de levantarse todos los días'.

     'No te crée, no fuiste creado, ¿de qué te vas a jactar ahora? ¿Ves esta cruz? Fue el único que me pareció un tanto cuerdo, pero su meta se confundió entre las palabras y letras que ustedes crearon'. Sus palabras entonces perforaron aquel silencio pesado, y con una sonrisa preguntó: '¿A que debo la agradable visita?'

     Hubo una pausa, y supo interpretarme. 'Existes aquí y ahora para hacer preguntas, pero soy yo quien te preguntará y me preguntaré, será esta mi respuesta. Mis preguntas son respuestas, mis respuestas son preguntas. Vuelve la cabeza hacia tu derecha, y observate en el espejo mientras dialogo conmigo mismo dentro de tu propia mente. ¿Que como me llamo? No te voy a contestar esto, pues no me visitas, simplemente estás acá, igual que yo, igual que aquel caballo y los pájaros. Si quiero hago que esté presente Sinatra, ¿o que tal Pol Pot? Pero no depende todo de mi voluntad, simplemente es mi naturaleza la que te trajo acá. No te cree, simplemente eres, no existe un origen, de lo contrario existiera el orden cósmico. Existe un tiempo, y un espacio, pero es tan sólo una parte del cuadro gigantesco que forma mi abstracto ser. ¿Humanidad dijiste? ¡La única diferencia entre los tuyos y entre los de aquel caballo es que ustedes sí que saben ser utópicos! ¿Qué carajo se creen? Mira a Adolfo, tiene cabellos oscuros, y aún así su utopía consistía en una sociedad rubia. ¿Ciencia? Ustedes son los únicos, en serio, que tratan de ordenar, y clasificar, sin saber que todo es parte de la utopía misma que la palabra humanidad constituye. Todo lo relacionado con los tuyos es así, irreal, abstracto, irracional, innecesario, y sí, has adivinado mi nombre; caótico. ¿Dios? Ustedes mismos se encargaron de crearlo y matarle, y revivirle nuevamente. Yo simplemente estoy acá, viéndoles arrastrar por aquel concepto que llaman vida, pero que yo llamo existencia.  ¿Después de todo eso? Inexistencia. Llora si quieres.' Giré mi cabeza bruscamente hacia la izquierda.

     Tras esto, vació un poco de ron al suelo, y brindó por la lucidez de aquellos que no estaban presentes.


     'Tengo un espejo acá, ¿quieres verte una vez más?'



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jueves, 16 de septiembre de 2010

Pies Fríos





     Jimena se desperezó lentamente al golpearle la luz del sol matinal en el rostro, levantándola casi en contra de su voluntad. Lo único que logró recordar de la noche anterior fue el intenso olor a alcohol y el sabor amargo en su boca, que le hacía pensar que su estómago no se comportó a la altura de la ocasión. Esta vez no había una jaula de carne y hueso que le incitara a quedarse un rato más en la cama, esta vez sus pies amanecieron fríos. Se dirigió a la cocina, y le dió pereza ver lo sucia que estaba la estufa, así que decidió no cocinar por el día. Al bañarse vinieron los recuerdos, que como el agua, acariciaban su piel su cuerpo entero uniformemente, cálidos y silenciosos, estimulando cada uno de sus nervios. Pero el agua no era tan placentera como las manos de Manuel, que sabían exactamente donde pasar, guiadas siempre por su líbido implacable.

     Aquellos dos que fueron extraños por tres horas y amantes apasionados por la madrugada, no habían vuelto a saber nada el uno del otro. Seis meses se agregaron a la cuenta y Manuel no lograba encontrar paz. Claro que sus habilidades de galantería y su buena reputación hacían que el trabajo de encontrar una aventura no le fuera nada difícil, pero aún así no lograba encontrar satisfacción. Hacía falta algo. Sus amantes recientes tan solo lograban emitir resoplidos vacíos; todo el proceso elaborado del cortejo se iba al carajo con veinte minutos de placer banal.

     Y sucedió que gracias a las desventuras que les tenía preparado el destino, cruzaron miradas en la calle. No dijeron palabra alguna, sus rostros eran inexpresivos. Ambos creyeron estar delirando, pero entre ellos existía una sensación tan real y corpórea, una llamarada que brotaba desde sus entrañas, algo que les hacía acercarse más y más.

     Y vaya si el destino no es caótico, siguieron caminando de largo.




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miércoles, 15 de septiembre de 2010

Patria? Mía?







Te matan un año
Te roban al otro
Ignoran tu historia
Violan tu pureza
Te olvidan si están lejos
Se amamantan de tí
Y te ignoran al envejecer
Tu cotidiano está hambriento

Tus verdes e imponentes montañas
Rasgadas por extranjeros
Tu libertad es muy dependiente
Tu realidad enmascarada por idiotas
Tus edificadores
Asesinos implacables

Leyendas emergen de tus años mozos
Chismes que se vuelven en religión y verdad
Ni siquiera tu mentir es soberano

Te proclamarán grande hoy
Te prometerán hoy
Te adorarán hoy
Y mañana

...

Ya sabes lo que viene


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viernes, 3 de septiembre de 2010

Vodka, hielo y estrellas






     Jimena se encontró a si misma viendo hacia la vacía y húmeda pared. Un par de brazos la rodeaban, y una pierna se acurrucó en medio de las suyas. De aquel hombre parecía que emanaba un aura tranquila, pero sus palpitaciones eran exageradamente rápidas y fuertes. Su piel exhalaba vapor caliente, como si ambos hubieran contraído una fiebre intensa. Comenzaban a cantar los gallos de la vecina, y la neblina de la mañana se comenzaba a disipar en la calle, dejando tan sólo el rocío que bañaba el monte y los clavos de hierro que sobresalían de la escalera que llevaba a su habitación.

     El par de brazos velludos se sentían demasiado pesados y la pierna de aquel extraño parecía no querer salir de su cálida entrepierna. Volteó la cara, y se dió cuenta que su acompañante había despertado por los leves intentos de Jimena de querer salir de esa prisión de carne y hueso. 

     ¿Ya te vas?- Dijo Manuel con voz algo ronca y desperezada.

     Las ocho largas horas que pasaron juntos en aquella cama no parecieron suficiente para ambos. Dormir le quita el sentido al deseo de querer dormir junto a alguien. Ambos descansaron, y ya despiertos querían seguir soñando y estar conscientes que estaban uno al lado del otro. 

     La lija de su barbilla le hizo cosquillas en la espalda, y le penetró un relampagueante escalofrío. Sonrió con cara de estúpida y decidió levantarse. Pasó por encima de su compañero, pues le había convencido con un suave beso de quedarse en el rincón de la cama donde la frontera es vertical y topa con la pared. Manuel le quedó viendo fijamente con los ojos semiabiertos mientras Jimena salía del cuarto hacia el baño. Usualmente en momentos solitarios y silencios su mente se pierde dentro de si misma y divaga sobre cuestiones existenciales, pero en esos escasos segundos en que ella salía de la habitación, descalza y con la espalda desnuda, no podía pensar en nada. El universo entero se detuvo y la tenue luz que se filtró por su ventana parecía acariciar su piel, uniforme, suave y sin prisa. Su cabellera enmarañada, contaba la historia de la noche anterior. Sus pies descalzos, besando el frío suelo, dejaban una huella de humedad que apenas se percibía, sus caderas tenían un movimiento hipnotizante que invitaba a posar las manos sobre ellas y perderse en un éxtasis que podría hacerle olvidar su propio nombre y coronar a ambos con flores y estrellas la noche entera.

     Se cerró la puerta con un estruendo seco tras Jimena, y Manuel sintió como la realidad le abofeteó. 

     Esa misma noche Manuel estaría sentado en su habitación, contemplando un par de candelas, bebiendo un vodka, y sintiéndose amargamente dichoso por el curso caótico de las coincidencias que le llevaron a conocer a una mujer tan bella. La dicha que comenzó con todas sus dudas. Amarga dicha, de encontrarle y saber que llevarían caminos paralelos, pero el mismo destino caótico les forzaría a tener encuentros esporádicos y silenciosos. No mediarían una sola palabra, dejarían que sus cuerpos atemperaturados hablaran, que sus miradas se cantaran canciones y que sus formas desnudas y honestas expresaran la frivolidad y desdicha del universo mismo. Amargo futuro que les haría excluirse el uno al otro.